El día 13 de marzo del presente año escribía en el periódico digital de Gran Canaria archipielagonoticias.com un artículo titulado "Políticos y Catástrofes = Catastróficos políticos" y comenzaba así: "En esta ocasión debemos acudir a las noticias que nos traen, desde hace ya tiempo, temas relacionados con búsquedas de libertad y con catástrofes relacionadas con la climatología. Las primeras nos recuerdan que el ser humano, en todo momento, aunque lo tenga adormecido, aunque parezca que hiberna por años, tiene muy pendiente el sentimiento que le hace volar y soñar, con deseos que le llevan a reivindicar la igualdad y la oposición a la opresión y en ese sentido el mundo árabe nos está dando una lección magistral y está dejando atrás mucho tiempo de sometimiento y acallamiento y, como consecuencia, estalla el grito, en muchos lugares, de ¡basta ya!".
Aquella gente que se levantaba contra la opresión y las grandes diferencias sociales eran un ejemplo a imitar y quise aportar que deberíamos ponerlo en práctica con nuestra clase política y en las democracias que estaban adormecidas ante los atropellos de determinados políticos, interesados, en gran medida, en su bien personal, en el del partido y en los de la banca. Aquel deseo premonitorio se ha convertido hoy en realidad cuando vemos en las calles a tanta gente que está harta de tanta hipocresía y egoísmo y mentira y falta de sensibilidad.
Vemos, con tristeza, cerrar pequeñas empresas, aumentar el número de parados o dramas familiares que son consecuencia del galopante fenómeno de la crisis pero no vemos a políticos que esta situación les afecte en sus saneados e insolidarios bolsillos. No sufren esta lacra, esta angustia y se atreven a pregonar, en su inmensa desfachatez, que también se recortan sus sueldos. Ya es hora que esos sueldos de privilegio queden fijados por la ciudadanía. Un político debe dar ejemplo y ser consciente que no son privilegiados, debe hacer política y no defensa de sus propios intereses y los de su partido en esas manifestaciones irracionales de borreguismo. No puede ser que los sueldos se multipliquen como si de panes se tratara y sí poner un tope a esas canalladas. Se puede doblar o triplicar un sueldo pero no se puede multiplicar de forma que las diferencias se acentúen hasta crear una clase dirigente que no está acorde con el resto de la ciudadanía. No se puede actuar por las indicaciones de una banca inmoral, fría, distante e insolidaria y sí acudir a reconocidos expertos para que nos saquen de esta situación anómala y que sólo afecta a los que menos tienen mientras los que más tienen siguen sumando y distanciándose del resto de los mortales.
Yo me siento al lado de todos los que demandan democracia verdadera, igualdad, justicia, bienestar, atención médica, derecho a la educación y trabajo en cualquier parte del mundo. Son derechos a defender mientras que muchos de nuestros políticos se ensalzan en peleas y discusiones o en defender a corruptos y a ideas que sólo benefician a unos pocos y se olvidan de lo primordial, el cubrir las necesidades de la gran masa. Intentan engañarnos con sus falsos discursos y se acercan a los posibles votantes sólo en tiempo de elecciones y se olvidan, el resto del tiempo, de que el principal objetivo de un político debe ser el bien común y no ocupar una poltrona que le supone una calidad de vida, que en muchos casos, no se merecen. Grandes fortunas, grandes coches, grandes viviendas son lo que caracteriza a nuestra clase política y no el trabajo que redunde en la mejora de todos los ciudadanos y ciudadanas. Vemos como políticos de segunda y tercera fila cambian su estatus en poco tiempo y, de forma indudable, es un reclamo fácil y apetecible por aquellos que no hacen ejercicio de lo que debe ser una limpia carrera política.
Debemos introducir en las urnas unas listas vacías, ausentes de nombres y de siglas, como son vacios la inmensa mayoría de los mensajes que nos quieren hacer llegar algunos partidos políticos. Es la única manera de decir basta en democracia y no perpetuar a los de siempre. No se trata de castigar a la izquierda o a la derecha, simplemente se trata de decir basta ya con tanta especulación y falta de ideas. Se trata de hacer un cambio que favorezca a toda la sociedad y no que favorezca a las minorías o a los propios intereses de políticos y formaciones políticas. Los cambios auténticos se han dado, siempre, cuando la sociedad se levanta, en masa, contra la corrupción, el interés, la insolidaridad, el favoritismo y los malos usos.
El estar, en estos momentos, trabajando la Edad Media con parte del alumnado supone analizar hechos de clara y manifiesta diferencia e injusticia social. Hemos hecho un recorrido por la sociedad estamental, aquella en el que los privilegiados, nobleza y clero, eran una minoría y los no privilegiados, el campesinado, suponía la inmensa mayoría. Los no privilegiados estaban condenados a trabajar de sol a sombra para mantener a toda la sociedad mientras que los privilegiados se dedicaban a vivir, a hacer la guerra y a gobernar, imponiendo al resto de la población cuantiosas trabas e impuestos que les hacían sangrar y malvivir. Hemos visto un ejemplo de aquella injusta y marcada diferencia, la de los malos usos que se hacían en contra de los payeses de remensa en Cataluña. Éstos eran los siervos de la gleba que estaban atados a la tierra, se diría que formando parte de ella, y es por ello que no podían abandonarla si no era pagando un rescate o redención, parecida situación por la sufrida por los esclavos que lograban su libertad comprándola a sus dueños o dada por éstos en pago a su cariño y buenos servicios. No debemos comprar nada y sí exigir lo que nos corresponde y tampoco debemos mendigar, callar y consentir acciones y hechos que sólo producen desazón, falta de ilusión y menosprecio.
Los payeses de remensa, al igual que nos hemos dado cuenta miles de hombres y mujeres, vieron la necesidad de parar los abusos de los que eran objeto frente a las mejores condiciones que gozaba la población de las ciudades, que disfrutaban de mayor libertad, y las clases privilegiadas. Aquellos malos abusos se vieron abolidos por el rey Fernando el Católico en la Sentencia de Guadalupe al ver los levantamientos que se dieron en el campesinado en contra de los señores y a partir de aquel hecho se inició la mejora de la economía de Cataluña. De la misma manera, hoy, la sociedad se debe levantar, en pleno, contra los poderes políticos y económicos que, desde sus fríos e insensibles oteros, nos oprimen, nos ningunean, nos infravaloran y nos mandan mensajes vacios de verdad y llenos de egoísmo olvidándose de nuestras necesidades. Los políticos no pueden ser la clase privilegiada que actualmente ocupan y sí dedicarse a hacer valer los derechos a los que todos y todas somos merecedores. Se deben olvidar de guerras entre partidos y arrimar todos el hombro. Se deben dedicar a utilizar un lenguaje en el que prime la colaboración y el trabajo compartido y no el proponerse derribar al otro para ocupar su sitio. Ese trabajo honesto y serio será el que coloque al que se lo haya ganado en el lugar que se merece. No podemos votar a listas y sí a seres humanos que han demostrado su valía. No podemos votar, sin más, a la opción que representa nuestros ideales políticos cuando en esas listas aparecen auténticos indeseables y mediocres aprendices de políticos. Por todo lo expuesto y por más debemos apoyar el SÍ a una democracia real y auténtica.
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