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Drogas: Amantes celosas e inoportunas.

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         Las casualidades existen y de eso tengo más de un ejemplo, vivido en primera persona. A modo explicativo, ayer viernes una alumna se me acercaba y me preguntaba si yo había tenido algún tipo de experiencia con las drogas. Le contesté que no, simplemente porque siempre he deseado ser yo mismo y no dedicarme a vivir un carnaval aburrido en el que los que se disfrazan tienen la necesidad de vivir otras experiencias, otras realidades, otras vidas porque la suya no le es lo suficientemente atractiva. Le seguí diciendo que mi vida era y sigue siendo apasionante, un sueño hecho realidad, una aventura a la que hasta ahora no le he encontrado final, una andadura apasionante y repleta de objetivos que se han ido cumpliendo de forma satisfactoria en la mayoría de los casos. Por todo ello y más por el importante hecho de que con lo que nos puede dañar nuestra salud y nuestro existir no debemos jugar. Esa inquietud o salto al vacío puede tener un final infeliz y yo amo la felicidad diaria, los pequeños pasos y no ansío un mañana colmado. Sólo me interesan las pequeñas satisfacciones, los objetivos por cumplir y no voy más allá porque nunca he deseado tocar el cielo y sí tener los pies muy firmes sobre la tierra aunque, en multitud de ocasiones, me he visto en suelos pantanosos, en ciénagas, en tierras movedizas que me invitaban a saltar y lo he hecho, en ocasiones, debido a mi condición de ser humano imperfecto pero creo que he sabido salir aunque, a veces, me hayan quedado marcas imborrables. Me comentó que uno de sus hermanos había tenido contactos con la droga y que creía que lo había superado. Espero y deseo que sea así.

         Me encantan los proyectos realizables y no los que son inalcanzables aunque, en ocasiones, estos últimos debemos intentar hacerlos reales y entrar a jugar para ver si somos capaces de lograr aquello que parecía inalcanzable y utópico. Algunos de esos retos también los he abrazado y no he querido soltarlos y me aferro y aferraré  a ellos hasta no más poder. Los primeros son los que dependen, casi en su totalidad, de tus propias capacidades y los segundos son aquellos de los que formas parte y el resultado no depende, de forma exclusiva, de tu esfuerzo y trabajo porque se trata de una labor de equipo y de un resultado que va más allá de tus deseos e inquietudes. Se trata de hacer prevalecer la verdad y la legalidad pero no siempre éstas salen victoriosas porque los intereses y las malas artes juegan también su papel.

         Hoy sábado, como continuación al diálogo que mantuvimos la mencionada alumna y el que escribe, surgió una conversación con otra persona que me manifestaba, entre otras cuestiones, que había tenido una novia muy celosa, que se llamaba heroína, que no le había dejado ser él y que no le permitió que gozara de la amistad y del encuentro con otras personas y con otras ilusiones y con otros proyectos. Le acaparaba a todas horas y se convirtió en su esclavo por veinticinco años de su vida pero, hoy, se sentía orgulloso de haber podido olvidar a aquella celosa y acaparadora amante, simplemente porque se  dio cuenta, en el abismo y en los pantanos, que debía nadar y nadar para conseguir llegar a la otra orilla en la que le esperaban su otro yo, el verdadero y auténtico, la autoestima, la familia y los amigos de antaño.

         Fue muy difícil y tuvo que remar y remar, sin descanso, porque las llamadas de aquella sirena le horadaban el cerebro y le invitaba, una y otra vez, a deambular de nuevo por aquellos paraísos perdidos en los que ambos desaparecían y olvidaban, incluso sus propios nombres, y se bañaban en el lodo y el tinte que es imposible borrar. Su marca la mostraba, esta mañana, como el recuerdo de algo a lo que fue capaz de vencer. Durante todos aquellos años sus venas sufrieron el paso de alucinaciones, de miedos, de temblores, de horrores que se extendían, a modo de alfombra de clavos, por todos los lugares que pisaba. Aquellos miles de pinchazos en sus desnudos e indefensos brazos hicieron que abrazara a otra novia, que surgió desde su voluntad y de su deseo de escapar del infierno, llamada esperanza y a ella se aferró y se enamoró hasta el día de hoy en que siguen siendo amantes que se pierden en la luz y no en los terribles campos de la soledad y la oscuridad.

         Como veis es un tema del que no suelo escribir, entre otras razones por mi elegida inexperiencia, pero en dos días consecutivos se han cruzado en mi camino dos seres que querían hablar de esa puerta que se cierra y, en la mayoría de las ocasiones, no nos deja salir y quedamos atrapados en un eterno y reiterativo sinvivir. La persona con la que tuve hoy el privilegio de hablar supo encontrar la manera, después de estar atrapado durante muchísimo tiempo, de abrir la cerradura de aquella pesada puerta y sentir el placer de volver a vivir y respirar aires de libertad y volver a enamorarse, esta vez de verdad, de un proyecto con futuro y de sentir la satisfacción de poder ayudar a otros a escapar de ese doloroso y aniquilador abrazo, simplemente sabiendo decir que no a esa amante inoportuna que se cruzó en su camino.

Hipocresía. Cambios políticos inesperados.

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"He tenido tres novios en mi vida pero con ninguno de ellos he mantenido una relación sexual y todo es debido, en primer lugar, a que mi padre tenía un concepto muy clásico del pudor y del comportamiento; en segundo lugar al aniquilador mensaje de la iglesia y en último lugar a la sociedad hipócrita y señaladora. Esas son las tres razones por las que nunca fui yo y mis deseos quedaron en simples castillos de cristal y no realidades".

Esa manifestación la escuché, anoche, de una persona que ya ha sobrepasado los setenta y me dejó anonadado, totalmente empequeñecido como ser humano que escuchaba tamañas manifestaciones. Fuerte, muy fuerte sufrir tanto por los dictados fanáticos y castradores de sueños.

Toda esta mentira e hipocresía se da, multiplicado hasta el infinito, en los diferentes gobiernos y países poderosos de la Tierra. ¿Por qué digo esto? Simplemente porque muchas dictaduras fanáticas y despóticas se eternizan por la hipocresía y el interés de los que pudieran evitarlas. Hace ya unos días que venimos escuchando que el régimen de Mubarak en Egipto es despótico y tiránico e injusto pero Mubarak es así y siempre fue así y lo mismo sucedió en Túnez con Ben-Alí, auténticos sátrapas, villanos sin escrúpulos que sólo han pensado en llenarse sus grandes y opulentos bolsillos mientras que la mayor parte de la población sufría multitud de carencias. Aquella persona del comienzo tenía también necesidades no cubiertas pero el dictado y los miedos, la presión y la violencia psicológica, no la dejaron actuar pero hay tantas cosas por las que debiéramos levantar la voz y no la levantamos, al igual que ella no lo hizo. ¿A qué se debe tanto consentimiento y silencio?

Ahora escuchas, a bombo y platillo, manifestaciones de dirigentes políticos o religiosos que se afanan en pregonar que ya era hora que se terminara con tanto desacierto. A otros y otras, llenándose la boca, con pueriles disculpas y escritos que arremeten contra los tiranos derrocados. Lo curioso de todo ello es que hasta ayer nadie levantaba ni tan siquiera una palabra contra los hoy dioses caídos, y los que quedan por caer, debido a que los intereses y las ganancias desaconsejaban manifestaciones  y posicionamientos en contra, demostrándonos que sólo interesa el aspecto económico o de seguridad nacional y así se eternizan en el poder estos deshumanizados gobernantes. ¡Qué hipocresía! ¡Qué poca vergüenza! Así se visitan países, por embajadores y políticos y representes religiosos, sin ningún reparo en salir en la fotografía con estos caníbales sin escrúpulos que todo lo comen y todo lo silencian. A los desvergonzados viajeros sus grandes emolumentos hacen que callen y apechuguen con tamañas farsas.

Lo triste, y verdaderamente lamentable, es que siguen y seguirán callando ante situaciones en países que permiten la prostitución infantil, la cruenta e incalificable ablación, la discriminación de la mujer, la pena de muerte, el bestial apedreamiento de inocentes, la ejecución de lesbianas y homosexuales, los niños soldados, la muerte por hambre y sed, el tráfico de personas, la trata de blancas, la venta de armamento, el lucrativo negocio de la drogas, el terrorismo de estado y un sinfín de injusticias que hacen que nos sintamos disminuidos como seres humanos. ¿Es qué no son estas situaciones injustas? ¿Dónde están esos y esas mujeres y hombres de estado criticando estas aberraciones? No son situaciones en las que se gana dinero o prestigio porque simplemente se trata de humanidad y solidaridad y de eso muy poco se habla. Queda mejor, después de que el pueblo haya impuesto su opinión, salir a la palestra a manifestar "valientemente" que dan su apoyo a estos movimientos de exigencia lógica y natural e ir contra los usurpadores.

Las manifestaciones para mejorar aquellas otras injusticias, que se dan a diario en gran parte del mundo, se hacen para quedar bien, para curarse en salud aunque sólo queden en eso, en simples y huecas manifestaciones. La libertad, la preocupación por los demás, la solidaridad, la ayuda desinteresada, la protección de la infancia, el levantar la voz contra todo tipo de injusticias es un deber moral de todos los gobiernos, de todas las religiones y de todos los seres humanos, sin excepción, pero son sólo unos pocos los que se manifiestan de verdad y con autenticidad y muchos, demasiados, los que quieren salir simplemente en la foto del glamuroso baño aunque no se hayan mojado nunca sus aburguesados e insolidarios traseros.

Aquel padre, aquellas creencias, aquel qué dirán hicieron que los deseos de aquella, antaño, joven se quedaran en sueños irrealizables y en el caso de políticos y representantes religiosos, del pueblo que sólo  le importa sus propio bienestar, tres tantos de lo mismo: mentira, falsedad, consentimiento, silencio, abandono y riqueza y lo otro, lo sencillamente humano y verdadero, interesa muy poco porque no tiene ganancia material ni seguridad en continuar con un estatus basado en la hipocresía y la desvergüenza moral. Hay que señalar con el dedo las injusticias pero a más de uno el dedo gordo, ese pulgar que despistado mira al cielo, sigue muy perdido mirando, simplemente, al tranquilo espacio celeste y olvidándose que debe actuar de forma solidaria y acudir al auxilio de otros muchos dedos que se muestran, abiertamente, pidiendo justicia, igualdad, ayuda, comprensión y solidaridad.

Homofobia: Un atentado contra la libertad.

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¿Qué pensarías si no se dejara volar a un pajarillo y se le cortaran las alas? ¿Qué sentirías si a un perro no se le dejara ladrar y se le amputara la lengua? ¿Qué pensarías si a tu madre se le castigara, con saña, y se le encerrara para que no pudiera ver a tu padre? La respuesta es bien sencilla y, salvo las excepciones que entran dentro de lo posible, cada uno de nosotros experimentaría diferentes sensaciones, posiblemente muy parecidas, que nos harían darnos cuenta que llevamos dentro de nosotros unos valores, aunque a algunos les cueste sacarlos fuera por motivos de educación y cultura, que tienen mucho que ver con la solidaridad, la empatía, el amor, la comprensión o la libertad. Estos valores son una constante universal, propios de todas las culturas.

El ser humano quiere y debe ser libre y el que se vea abocado a ser falto de movimiento, de palabra, de opinión o de opción es un ser humano enjaulado, atrapado en una claustrofóbica jaula de cristal. Todo lo dicho, que cae por su propio peso, no se tiene en cuenta en muchas personas que padecen y sufren el mal de que los sentimientos y la vista se les nubla, llevados a ello por el mal que se denomina creencias inhumanas y regímenes castrantes de felicidad. Se les forma en el rencor, en el odio, en la infelicidad o en el sometimiento y como resultado un ser humano grotesco y alejado de su propia condición. Helvetius, con muchísimo acierto, nos decía que "la humanidad es la única virtud verdaderamente sublime del hombre: es la primera, y tal vez la única que las religiones deben inspirar a los hombres, porque encierra en sí todas las demás".

Los políticos y los líderes religiosos que con sus ideas hacen que el ser humano deje de lado su humanidad deben ser considerados INHUMANOS y enaltecedores de la violencia y en tal sentido debemos, como ya hemos hecho en otras ocasiones y con diversas prácticas irracionales y anacrónicas, gritar al mundo las injusticias que se siguen cometiendo en 70 países en los que se continúa encerrando en sus cárceles a seres humanos que practican la lógica diversidad afectiva o en esos otros 7 países en los que se sigue ejecutando a inocentes seres humanos, simplemente por el hecho de amar a una persona de su mismo sexo. La diversidad afectiva siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, sencillamente porque es imposible ir contra los sentimientos, y ninguna religión ni régimen político tiene la potestad de  erradicarlos porque si así fuera estaría yendo contra la propia condición del ser humano.

Estos días aparecía en la prensa el caso de Millicent Gaika, una joven sudafricana, que fue violada y torturada durante cinco horas por un enano mental que creía que el lesbianismo es una enfermedad que se puede curar si la persona es violada. Las consecuencias, además de que estuvo a punto de morir, son terribles y no sólo es el caso de esta joven sino que las lesbianas en Sudáfrica viven atemorizadas porque, a pesar de disponer de una ley que permite el matrimonio homosexual, es un país en el que la homofobia está muy presente y esto no sólo se da en Sudáfrica sino en países que alardean la libertad y el respeto como valores democráticos. Ayer, y en muchos otros momentos y de forma muy frecuente, escuché, en boca de una pareja que hizo que pensara que el bien vestir no es sinónimo de respeto y comprensión, esta joya de frase "bolleras de mierda". Lo triste es que, muy amorosamente, llevaban de sus manos a unos hijos que les escuchaban. Espero que no estuvieran prestando mucha atención  a ese contamínante caldo de cultivo. Lo de este matrimonio no se entiende, en muchísimas otras mentes, pero sí se puede entender, con tristeza, que muchos casos  como el de Millicent Gaika se den en Sudáfrica cuando, según las estadísticas, el 62% de los chicos mayores de 11 años creen que forzar a alguien sexualmente no constituye un acto de violencia.

         No es este el único caso de barbarie por el tema de la diversidad afectiva y la homofobia se hace eco en otro lugar de África, concretamente en Uganda, donde es asesinado, días pasados, un hombre joven llamado David Kato, activista gay y defensor de los derechos humanos. Sucedió  unos días después de que la Suprema Corte de Justicia de aquel país acordara que en su Constitución se protege el derecho a la dignidad y privacidad de todos sus ciudadanos sin tener en cuenta su preferencia u orientación sexual. David Kato fue señalado por la prensa sectaria por el simple hecho de ser considerado gay y se conminaba a la población a que ejecutaran a los que presentaban esa diversidad sexual. Aparecen en titulares de determinado periódico frases como: ¡Colgadles, van a por nuestros hijos! Ante tanta ignorancia e injusticia uno se pregunta si en los países que se goza de ese bien que se llama libertad la población es consciente de ella. Más que nunca es y debe ser la educación, con su carácter preventivo, la que, poco a poco, vaya borrando expresiones, ataques, insultos, creencias  y anacronismos que deben desaparecer, de una vez por todas, del lenguaje y de las actuaciones de los seres humanos y ser conscientes de esa incuestionable verdad que se denomina diversidad.

         La homofobia es un problema educacional, de cultura y, por supuesto, una desviación y depravación emocional, que se puede ir subsanando pero, mientras, unos seres humanos están sufriendo tropelías, injusticias, malos tratos y, en último caso, mutilaciones y la pérdida de ese preciado bien, que sólo le pertenece a cada cual, que es la vida. Todos juntos debemos hacer un llamamiento solidario y decir basta de tanta barbarie e ignorancia que a nada conducen, sólo nos llevan a sentirnos menos humanos y a aborrecer ciertas prácticas y a condenar a determinadas personas, opciones políticas y religiosas que atentan contra derechos tan fundamentales como son la libertad y el derecho a la vida.

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