"He tenido tres novios en mi vida pero con ninguno de ellos he mantenido una relación sexual y todo es debido, en primer lugar, a que mi padre tenía un concepto muy clásico del pudor y del comportamiento; en segundo lugar al aniquilador mensaje de la iglesia y en último lugar a la sociedad hipócrita y señaladora. Esas son las tres razones por las que nunca fui yo y mis deseos quedaron en simples castillos de cristal y no realidades".
Esa manifestación la escuché, anoche, de una persona que ya ha sobrepasado los setenta y me dejó anonadado, totalmente empequeñecido como ser humano que escuchaba tamañas manifestaciones. Fuerte, muy fuerte sufrir tanto por los dictados fanáticos y castradores de sueños.
Toda esta mentira e hipocresía se da, multiplicado hasta el infinito, en los diferentes gobiernos y países poderosos de la Tierra. ¿Por qué digo esto? Simplemente porque muchas dictaduras fanáticas y despóticas se eternizan por la hipocresía y el interés de los que pudieran evitarlas. Hace ya unos días que venimos escuchando que el régimen de Mubarak en Egipto es despótico y tiránico e injusto pero Mubarak es así y siempre fue así y lo mismo sucedió en Túnez con Ben-Alí, auténticos sátrapas, villanos sin escrúpulos que sólo han pensado en llenarse sus grandes y opulentos bolsillos mientras que la mayor parte de la población sufría multitud de carencias. Aquella persona del comienzo tenía también necesidades no cubiertas pero el dictado y los miedos, la presión y la violencia psicológica, no la dejaron actuar pero hay tantas cosas por las que debiéramos levantar la voz y no la levantamos, al igual que ella no lo hizo. ¿A qué se debe tanto consentimiento y silencio?
Ahora escuchas, a bombo y platillo, manifestaciones de dirigentes políticos o religiosos que se afanan en pregonar que ya era hora que se terminara con tanto desacierto. A otros y otras, llenándose la boca, con pueriles disculpas y escritos que arremeten contra los tiranos derrocados. Lo curioso de todo ello es que hasta ayer nadie levantaba ni tan siquiera una palabra contra los hoy dioses caídos, y los que quedan por caer, debido a que los intereses y las ganancias desaconsejaban manifestaciones y posicionamientos en contra, demostrándonos que sólo interesa el aspecto económico o de seguridad nacional y así se eternizan en el poder estos deshumanizados gobernantes. ¡Qué hipocresía! ¡Qué poca vergüenza! Así se visitan países, por embajadores y políticos y representes religiosos, sin ningún reparo en salir en la fotografía con estos caníbales sin escrúpulos que todo lo comen y todo lo silencian. A los desvergonzados viajeros sus grandes emolumentos hacen que callen y apechuguen con tamañas farsas.
Lo triste, y verdaderamente lamentable, es que siguen y seguirán callando ante situaciones en países que permiten la prostitución infantil, la cruenta e incalificable ablación, la discriminación de la mujer, la pena de muerte, el bestial apedreamiento de inocentes, la ejecución de lesbianas y homosexuales, los niños soldados, la muerte por hambre y sed, el tráfico de personas, la trata de blancas, la venta de armamento, el lucrativo negocio de la drogas, el terrorismo de estado y un sinfín de injusticias que hacen que nos sintamos disminuidos como seres humanos. ¿Es qué no son estas situaciones injustas? ¿Dónde están esos y esas mujeres y hombres de estado criticando estas aberraciones? No son situaciones en las que se gana dinero o prestigio porque simplemente se trata de humanidad y solidaridad y de eso muy poco se habla. Queda mejor, después de que el pueblo haya impuesto su opinión, salir a la palestra a manifestar "valientemente" que dan su apoyo a estos movimientos de exigencia lógica y natural e ir contra los usurpadores.
Las manifestaciones para mejorar aquellas otras injusticias, que se dan a diario en gran parte del mundo, se hacen para quedar bien, para curarse en salud aunque sólo queden en eso, en simples y huecas manifestaciones. La libertad, la preocupación por los demás, la solidaridad, la ayuda desinteresada, la protección de la infancia, el levantar la voz contra todo tipo de injusticias es un deber moral de todos los gobiernos, de todas las religiones y de todos los seres humanos, sin excepción, pero son sólo unos pocos los que se manifiestan de verdad y con autenticidad y muchos, demasiados, los que quieren salir simplemente en la foto del glamuroso baño aunque no se hayan mojado nunca sus aburguesados e insolidarios traseros.
Aquel padre, aquellas creencias, aquel qué dirán hicieron que los deseos de aquella, antaño, joven se quedaran en sueños irrealizables y en el caso de políticos y representantes religiosos, del pueblo que sólo le importa sus propio bienestar, tres tantos de lo mismo: mentira, falsedad, consentimiento, silencio, abandono y riqueza y lo otro, lo sencillamente humano y verdadero, interesa muy poco porque no tiene ganancia material ni seguridad en continuar con un estatus basado en la hipocresía y la desvergüenza moral. Hay que señalar con el dedo las injusticias pero a más de uno el dedo gordo, ese pulgar que despistado mira al cielo, sigue muy perdido mirando, simplemente, al tranquilo espacio celeste y olvidándose que debe actuar de forma solidaria y acudir al auxilio de otros muchos dedos que se muestran, abiertamente, pidiendo justicia, igualdad, ayuda, comprensión y solidaridad.
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