¿Qué pensarías si no se dejara volar a un pajarillo y se le cortaran las alas? ¿Qué sentirías si a un perro no se le dejara ladrar y se le amputara la lengua? ¿Qué pensarías si a tu madre se le castigara, con saña, y se le encerrara para que no pudiera ver a tu padre? La respuesta es bien sencilla y, salvo las excepciones que entran dentro de lo posible, cada uno de nosotros experimentaría diferentes sensaciones, posiblemente muy parecidas, que nos harían darnos cuenta que llevamos dentro de nosotros unos valores, aunque a algunos les cueste sacarlos fuera por motivos de educación y cultura, que tienen mucho que ver con la solidaridad, la empatía, el amor, la comprensión o la libertad. Estos valores son una constante universal, propios de todas las culturas.
El ser humano quiere y debe ser libre y el que se vea abocado a ser falto de movimiento, de palabra, de opinión o de opción es un ser humano enjaulado, atrapado en una claustrofóbica jaula de cristal. Todo lo dicho, que cae por su propio peso, no se tiene en cuenta en muchas personas que padecen y sufren el mal de que los sentimientos y la vista se les nubla, llevados a ello por el mal que se denomina creencias inhumanas y regímenes castrantes de felicidad. Se les forma en el rencor, en el odio, en la infelicidad o en el sometimiento y como resultado un ser humano grotesco y alejado de su propia condición. Helvetius, con muchísimo acierto, nos decía que "la humanidad es la única virtud verdaderamente sublime del hombre: es la primera, y tal vez la única que las religiones deben inspirar a los hombres, porque encierra en sí todas las demás".
Los políticos y los líderes religiosos que con sus ideas hacen que el ser humano deje de lado su humanidad deben ser considerados INHUMANOS y enaltecedores de la violencia y en tal sentido debemos, como ya hemos hecho en otras ocasiones y con diversas prácticas irracionales y anacrónicas, gritar al mundo las injusticias que se siguen cometiendo en 70 países en los que se continúa encerrando en sus cárceles a seres humanos que practican la lógica diversidad afectiva o en esos otros 7 países en los que se sigue ejecutando a inocentes seres humanos, simplemente por el hecho de amar a una persona de su mismo sexo. La diversidad afectiva siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, sencillamente porque es imposible ir contra los sentimientos, y ninguna religión ni régimen político tiene la potestad de erradicarlos porque si así fuera estaría yendo contra la propia condición del ser humano.
Estos días aparecía en la prensa el caso de Millicent Gaika, una joven sudafricana, que fue violada y torturada durante cinco horas por un enano mental que creía que el lesbianismo es una enfermedad que se puede curar si la persona es violada. Las consecuencias, además de que estuvo a punto de morir, son terribles y no sólo es el caso de esta joven sino que las lesbianas en Sudáfrica viven atemorizadas porque, a pesar de disponer de una ley que permite el matrimonio homosexual, es un país en el que la homofobia está muy presente y esto no sólo se da en Sudáfrica sino en países que alardean la libertad y el respeto como valores democráticos. Ayer, y en muchos otros momentos y de forma muy frecuente, escuché, en boca de una pareja que hizo que pensara que el bien vestir no es sinónimo de respeto y comprensión, esta joya de frase "bolleras de mierda". Lo triste es que, muy amorosamente, llevaban de sus manos a unos hijos que les escuchaban. Espero que no estuvieran prestando mucha atención a ese contamínante caldo de cultivo. Lo de este matrimonio no se entiende, en muchísimas otras mentes, pero sí se puede entender, con tristeza, que muchos casos como el de Millicent Gaika se den en Sudáfrica cuando, según las estadísticas, el 62% de los chicos mayores de 11 años creen que forzar a alguien sexualmente no constituye un acto de violencia.
No es este el único caso de barbarie por el tema de la diversidad afectiva y la homofobia se hace eco en otro lugar de África, concretamente en Uganda, donde es asesinado, días pasados, un hombre joven llamado David Kato, activista gay y defensor de los derechos humanos. Sucedió unos días después de que la Suprema Corte de Justicia de aquel país acordara que en su Constitución se protege el derecho a la dignidad y privacidad de todos sus ciudadanos sin tener en cuenta su preferencia u orientación sexual. David Kato fue señalado por la prensa sectaria por el simple hecho de ser considerado gay y se conminaba a la población a que ejecutaran a los que presentaban esa diversidad sexual. Aparecen en titulares de determinado periódico frases como: ¡Colgadles, van a por nuestros hijos! Ante tanta ignorancia e injusticia uno se pregunta si en los países que se goza de ese bien que se llama libertad la población es consciente de ella. Más que nunca es y debe ser la educación, con su carácter preventivo, la que, poco a poco, vaya borrando expresiones, ataques, insultos, creencias y anacronismos que deben desaparecer, de una vez por todas, del lenguaje y de las actuaciones de los seres humanos y ser conscientes de esa incuestionable verdad que se denomina diversidad.
La homofobia es un problema educacional, de cultura y, por supuesto, una desviación y depravación emocional, que se puede ir subsanando pero, mientras, unos seres humanos están sufriendo tropelías, injusticias, malos tratos y, en último caso, mutilaciones y la pérdida de ese preciado bien, que sólo le pertenece a cada cual, que es la vida. Todos juntos debemos hacer un llamamiento solidario y decir basta de tanta barbarie e ignorancia que a nada conducen, sólo nos llevan a sentirnos menos humanos y a aborrecer ciertas prácticas y a condenar a determinadas personas, opciones políticas y religiosas que atentan contra derechos tan fundamentales como son la libertad y el derecho a la vida.
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