Las acampadas de la solidaridad

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Acampar en las plazas y parques haciendo oír las voces del descontento está siendo una forma de llevar a cabo una protesta multitudinaria, un basta ya ante las acciones insensibles e insensatas de la clase dirigente. En poco tiempo veremos cómo se extiende este movimiento a otras democracias para dar por finalizado el, hasta ahora incontestable, poder de la clase gobernante. Son precisas una serie de reformas, necesarias y saludables, para una sociedad que se siente abandonada y harta por el descuido a que ha sido sometida. El sistema político y económico está en la tesitura que algo se les viene muy encima y no saben cómo pararlo, entre otras razones, porque es sencillamente imparable.

Compartir y sentirme parte de los insatisfechos me ha hecho recordar momentos inolvidables de mi infancia. Me vinieron a la mente imágenes y voces de cuando nos sentábamos en  la acera de casa, todos juntos sin excepción. Los mayores nos contaban sus experiencias y los más jóvenes nos manteníamos expectantes y curiosos. Se aprendía muchísimo en aquellas noches en que, en ocasiones, estábamos muy atentos a lo que nos aportaba aquella curiosa radio. Anoche en el parque de San Telmo se respiraba unidad, libertad, frescor, verdad y solidaridad, además de diálogo, propuestas e información. No se trata de un movimiento relacionado con determinadas edades, ni condiciones, ni creencias y sí se trata de compartir un objetivo común: el cambio que se precisa. Jóvenes y mayores se dan la mano en un sano ambiente de respeto, de tolerancia, de encuentro, de complicidad, de emotividad y de esperanza.

Me sentí muy bien conmigo mismo, me senté en el suelo del parque, mantuvimos un silencio de cinco minutos, gritamos todos juntos, escuchamos música, saludamos a amigos y amigas, conocidos y conocidas, hablamos de cómo nos sentíamos y de las razones de nuestra presencia en el lugar. Todos y todas coincidían en el descontento, en la frustración, en la amargura, en la preocupación por las desigualdades tan manifiestas, en los abusos de la poderosa banca y, sobre todo, el desencanto con la clase política y con sus sobresueldos, sus intereses, el mal uso que se hace del dinero público, las pocas ayudas a proyectos culturales, la puesta en escena del partidismo y del amiguismo, en suma, de la no acción justa con la sociedad que espera respuestas y no oídos sordos a sus preocupaciones y desencantos.

En el otro lado, en el que se ansían votos para hacerse con el poder, se posiciona la obediencia al partido, la militancia, o el respeto a los principios de cada formación política. Ello implica que la voz de la discordancia siempre se debe apagar, aunque esté rebosante de verdad, y eso va contra lo que debe significar democracia pero estamos ante una falsa democracia en la que priman intereses partidistas. Se fomenta la anticultura y la mediocridad. Se permite que en medios de comunicación de masas tengan voz los menos capaces, los que dan malos ejemplos, los que insultan, los que más gritan, los que agreden verbalmente. Esas mediocridades también  las vemos en esas listas, candidatas a mal gobernar, cerradas en las que cualquiera tiene cabida. Esto es una tomadura de pelo que hay que parar y estas movilizaciones sociales tienen en su  mano la posibilidad de hacerlo. No nos podemos quedar con las manos cruzadas y sí ser partícipes de los cambios que se precisan para parar los abusos de los poderosos, de los malos e interesados políticos, de una banca que se enriquece cada vez más y a la que nadie pone freno en su sinrazón.

Debemos tener cuidado con los contaminadores, con los posibles topos que pudieran mandar algunos partidos o formaciones rancias y caducas para que este movimiento justo sea parado y no salga triunfante. No estamos ante un grupo utilizado, como nos quieren hacer creer algunos, y sí estamos ante ciudadanos y ciudadanas que libremente se lanzan a la calle a protestar. Cuando la sociedad quiere se puede frenar y parar todo aquello que la contamina, que la daña, que la degenera y esto es lo que está sucediendo. Simplemente la sociedad se ha hartado de tanto abuso y de tanto energúmeno que campa a sus anchas como si de un antiguo amo se tratara. Por cierto mi madre, al salir de su casa, me dijo que tuviera cuidado pero la tranquilicé diciéndole que se trataba de protestas de gente de bien que intentaban que en esta sociedad no hubiera tantas diferencias y tantos abusos. Le comenté que no era justo que ella, después de haberse preocupado de que todos sus hijos salieran adelante, no pudiera disfrutar de ningún tipo de ayuda para sus años de tranquilidad, sólo la paga de mi padre como si ella nunca hubiera trabajado. Contra las desigualdades hay que luchar y no podemos permitirnos tener miedo a los cambios y sí ver el ejemplo que nos están dando los países árabes en los que muchos están ofreciendo sus vidas por una sociedad más justa y solidaria. Nos dijeron que podían llega a desalojar el lugar en el que nos encontrábamos pero nos dio más fuerza, si cabe, el escucharlo y es que ya no formamos parte de una sociedad borreguil y amedrentada y sí que estamos ante una sociedad madura y mejor informada que tiene muy claro, cada día màs, lo que precisa y lo que necesita, aunque todavía tenemos a indeseables que aspiran a puestos políticos que sólo piensan en sí mismos y en el beneficio que les puede suponer la obediente y dócil militancia.

¿Qué debe hacer la clase política después de ver como la gente les llama la atención de forma clara y manifiesta? Sencillamente dejar paso a otros y otras, a ideas nuevas y no contaminadas. Revisar esos sueldos que nada tienen que ver con la formación académica y profesional de un gran número de los beneficiados. Exigir un mínimo de formación. Terminar con el juego de las listas cerradas. Imponer a la banca criterios más justos y solidarios. Bajar los intereses bancarios que hacen que muchas familias se sientan unidos a las entidades bancarias como si de antiguos pecheros se tratara. Eliminar puestos políticos que nada o poco aportan y sí suponen una gran sangría económica. Estos son sólo unos pocos ejemplos de todo lo que habría que cambiar pero en primer lugar hay que cambiar esta situación que nos aprieta y nos asfixia y hay que hacerlo sin demora y sin demagogia. Democracia real YA por el bien de todos y de todas.

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This page contains a single entry by Juan Francisco Santana Domínguez published on May 24, 2011 10:40 PM.

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