Un NO con mayúsculas a la intervención militar en Libia y una llamada a la responsabilidad y a la coherencia. El mundo con sus múltiples frentes políticos, económicos y de catástrofes naturales no puede resistir otro problema que afecta a la totalidad de la humanidad. Un SÍ con mayúsculas a parar las atrocidades que está cometiendo, contra su propio pueblo, un mandatario corrupto y descerebrado, que hasta hace poco era muy bien recibido por las grandes potencias occidentales, pero la pregunta es cómo pararlo en su demencia y en sus flirteos con el terror desmesurado aplicado a los que no comulgan con sus desvaríos y con sus excentricidades. La solución no está en bombardear y sí en encontrar soluciones pacíficas a un conflicto que se puede internacionalizar como ya han hecho otros.
¿Qué se ha ganado con la intervención en Irak o en Afganistán? La respuesta pudiera ser más y más sangre y la muerte de miles de inocentes. La segunda pregunta que debemos hacernos es a quién vamos a bombardear. La respuesta es muy clara porque siempre es la población que nada tiene que ver con el conflicto la que ve caer sobre sus desvalidas cabezas esa ingente cantidad de soluciones contra el terror y el genocidio. ¿Los bombardeos van a terminar con las desgracias que está padeciendo Libia o van a multiplicarlas? Mucho me temo que el dolor se va a multiplicar y la solución será otra catástrofe en la que los menos favorecidos sufrirán, una vez más, los horrores de la guerra y de las soluciones frías de despachos de políticos insensibles y que no van a sufrir en sus propias carnes la atrocidad de ver a seres queridos volar en mil pedazos. Las bombas van a ser dirigidas a los partidarios de Gadafi pero no nos hemos parado a pensar que esos partidarios son parte de una población que está sufriendo los atropellos de Gadafi y sus acólitos durante muchos años y que, muchos de ellos, están a su lado por ignorancia, entendida ésta como la falta de luz e información en una población desinformada y atemorizada. No se ha pensado que muchos de los que se encuentran en el lado de Gadafi lo están haciendo, simplemente, por miedo y por desconocimiento. Siempre será el pueblo indefenso y falto de culpabilidad el que cargue con el peso de las bombas y con las pérdidas humanas que no llevan a ningún lugar ni salida y sólo a padecer los más débiles el horror del que más puede a modo de dar ejemplo y a advertir de su triste poderío. Los que deben pagar sus culpas son Gadafi y parte de su familia, los altos cargos políticos y militares y sus sangrientos mercenarios.
¿Nos hemos preguntado cuáles son las potencias que le han vendido armamento a Libia? ¿Se pensó que dicho armamento era para llevar a cabo labores humanitarias? Es una vergüenza y una desfachatez lo que se está haciendo y más los países que tienen sus conciencias manchadas de sangre. ¿Se castiga a todos los países que atropellan y encarcelan y asesinan a los contrarios a sus gobiernos antidemocráticos? ¿Los que están tomando tristes y macabras decisiones que nos tienen que decir de la gigantesca China y tantos otros países que cometen atentados contra sus propios súbditos? En unos casos se vuelve la cabeza y en otros la escondemos debajo de nuestras propias miserias. Muchos países que se erigen en defensores de la verdad, de la democracia, de la honestidad o del bien general no son dignos representantes de llevar a cabo hechos que disminuyen a la humanidad y la hacen descender a lo más hondo y vergonzoso. La solución debe estar en otros modos de actuar y de terminar con los regímenes despóticos y acalladores de la igualdad y de la tolerancia. Tenemos que ayudar a esa población que se ha levantado contra el tirano, debemos estar a su lado pero ¿cómo hacerlo sin causar más daño a la población inocente?
¡No volvamos a cometer esa barbaridad llevada a cabo en Irak que nos ha arrastrado a todos a unos años marcados por el dolor y el arrepentimiento! Las vidas de miles de seres humanos están en juego y podemos evitarlo y creo que es nuestro deber hacerlo y no apoyar decisiones sanguinarias y poco meditadas para la magnitud que puede llevar el ponerla en práctica. ¡Levantemos nuestras voces contra los que están tomando decisiones equivocadas y ausentes de responsabilidad! La inmensa mayoría de hombres y mujeres de todo el mundo condenan esta intervención y levantan sus voces y sus manos para condenarlas y yo me uno a ellos y ellas en su solidario y humanitario pedimento.
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