Nos damos cuenta, con demasiada frecuencia, que el ser humano parece que no tiene memoria histórica. Caemos en ello al ver como los que nos quieren gobernar nos dicen y nos cuentan, nos prometen y nos engañan, una vez más, y nos olvidamos que ayer, o quizá anteayer, nos dijeron lo mismo y no lo cumplieron y se ganan los votos necesarios con su vacío e interesado palabrerío y sus engaños pinochescos, presentándosenos como falsos magos de oz para que sus ya grandes bolsillos se sigan llenando con el dinero de todos. Bueno, no quería hablar de esta parte enferma de la memoria y sí de la verdadera memoria y el indispensable recuerdo.
Recordar y hacer memoria del pasado es algo que nos posibilita tener identidad y sin ella el ser humano sería incapaz de comparar, de mejorar, de modificar o de reflexionar. Es un patrimonio, inevitable y necesario, para seguir mejorando o para no volver a repetir males del pasado. Es por ello que estamos hablando de una característica del ser humano que le posibilita poder disfrutar de sueños, de vivencias, de memoria y si se perdiera ese cordón umbilical con nuestro pasado sería una tragedia, un sentirse nadie, una especie de recipiente vacio e imposible de llenar que conduciría a pedir ayuda, a la desesperada, para encontrar las respuestas que se consideran una sanación y una necesidad de abrir las puertas que debieran encontrarse siempre abiertas. La pérdida de esa capacidad es algo que te aboca al desaliento, a la desesperación, a la amargura. Sin pasado es imposible tener referencias, es como si te sintieras en blanco, sería una pérdida de la identidad y sin ella eres maleable, voluble e impersonal. Una población sin memoria sería un colectivo enfermo, atacado por una gravísima enfermedad que les conduciría a la ignorancia, el desasosiego y a la asfixia.
A pesar de que lo dicho es compartido por todos los seres humanos, muchos de ellos siguen aferrados a expresar lo contrario cuando se trata de la memoria colectiva. Si hablamos de Memoria Histórica, parte de la sociedad afectada considera que no se debe destapar y sí olvidar pero no piensan que sin pasado, sin identidad, sin referencias, la otra parte de la sociedad se siente perdida y deseosa de encontrar respuestas y cuando esas no se dan conlleva a la imperiosa necesidad de recuperarla. Un ser humano desolado no se puede sentir feliz y si el antídoto es hacer memoria nadie ni nada debe impedirlo porque es, y debe ser, un derecho fundamental de cualquier humano que se precie de serlo.
Me da muchísima pena cuando escucho a muchos hombres y mujeres ofuscados en expresar rechazo hacia la Memoria Histórica y, sencillamente, su discurso es cobarde y egoísta y va en contra de su inteligencia. La única forma de que los seres humanos, que han sido obligados a olvidar, a cerrar sus bocas, a ser dóciles, a obedecer sin más, se sientan, de nuevo, con el tesoro del recuerdo y de la posibilidad de hablar y escribir del pasado estamos posibilitando que una grave enfermedad pueda tener una cura, un antídoto para sus múltiples y corrosivos males. Se les puede preguntar a muchas mujeres y hombres de Camboya, Ruanda o Guatemala, por poner algunos ejemplos, por situaciones de sus pasado. Todos coinciden en que no entienden cómo se les ha hecho tanto daño, cómo y por qué se les ha infringido tanto sufrimiento y amargura. Da igual que los hechos sucedieran hace unos meses o años, muchísimos años, es igual que las generaciones que sufrieron las vejaciones, el castigo físico o moral o aquellos que, con peor suerte, encontraron el fin de sus días, sin pretenderlo. Lo importante es recuperar esa memoria, esos hechos ocultos por el vencedor o por el verdugo, es necesario saber y sólo de esta manera se podrán cerrar heridas que han estado abiertas durante muchísimo tiempo, pasando el dolor y el sufrimiento de unas generaciones a otras.
Los que se empeñan, y se obstinan, en que todos los que deseen recuperar espacios oscuros de su pasado están equivocados, pienso, son adoradores del analfabetismo. Una sociedad ignorante es aquella que no está preparada y preparación es estudio y estudio es memoria, recuerdo, reflexión y capacidad de decisión. Ahora entiendo las razones que esgrimen algunos de ir contra el derecho de recuperar la Memoria Histórica. Simplemente estamos ante la imposibilidad de debatir, con razonados argumentos, todo aquello que les ocasiona rechazo, duda, temor o mezquino interés. Es la puesta en práctica de la ignorancia y en muchas ocasiones, gobiernos, colectivos o determinados seres humanos, lo utilizan para encontrar seguridad, no generar debate y seguir ocupando sus posiciones de privilegio. La cultura de la ignorancia puesta al servicio del pueblo, sumiso y atemorizado, es aquella que intenta tapar la verdad, el recuerdo, la memoria, la opinión o el rechazo a base de las más viles estrategias.
La única cura o antídoto contra la necesidad de rememorar es, precisamente, el indagar e investigar para dar respuestas y las respuestas sólo las pueden dar los seres inteligentes, que no significa mentes privilegiadas, porque los otros callan, y se atrincheran, porque no son capaces de abordar la posibilidad de que otros seres humanos sean enarboladores de la verdad, de la justicia y del trato no diferenciado.
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