"No hay mentira que no sea hijadalgo; porque si no se disfrazase con alguna máscara de verdad, ella es tan fea que de todos sería aborrecida". Esta frase de inicio es de Francisco Jarque, notable lingüista y misionero cristiano nacido en La Española, aunque algunos investigadores manifiestan que lo hizo en Panamá, en el año 1636. Estudió en México y sirvió como teniente en el ejército español pero en el año 1658 dejó las armas para formar parte de la Compañía de Jesús. Murió en Tucumán, Argentina, en el año 1691. Aquella Iglesia a la que sirvió utilizó la fuerza y el poder de la violencia, amparadas por el típico etnocentrismo desmedido, para hacer valer la religión que profesaba porque para la religión cristiana, según la denominación que ha hecho Robert Bellah, se trataba, antaño, de una "religión que rechaza el mundo". Todo tipo de religión basada en la magia, la naturaleza y en los espíritus eran rechazadas y sus miembros obligados a abrazar una religión, desconocida e impuesta por la fuerza, que entendía la salvación a través de los sobrenatural. Imponer cualquier principio, no aceptado por los otros, es un atentado contra los derechos fundamentales del ser humano y ocultar las maneras de cómo se ha impuesto mucho más. No se puede defender la premisa de ver el hecho en el contexto de entonces, simplemente se trata de aceptar una brutalidad y una bestialidad, contra los considerados infieles y bárbaros, defendida por los que se consideraban civilizados y portadores del bien. El poder político o las creencias, entre otras muchas cuestiones, no se pueden imponer por la fuerza y estamos viendo como los poderosos imponen el silencio como solución a que no sea conocida la verdad.
Algunos creerán, no sin razón, que la entrada sobraba pero era una ocasión para conocer a un personaje y para abordar un tema muy actual desde otra perspectiva. Estamos padeciendo, en estos momentos, un intento desmedido de imponer un silencio y un ocultamiento de ciertas verdades que dañan al interés del poderoso y menosprecian al resto de la sociedad. El hecho es que una serie de personas intentan sacar a la opinión pública la verdad de la acción política de determinados gobiernos intentando aportar luz en donde no la hay, pretenden que las acciones políticas no sean un universo en el que reine la mentira, la ignorancia, la falsedad y el interés y denunciar lo que consideran denunciable.
No se puede acallar al vocero que nos transmite la verdad porque atentar contra ella es un delito manifiesto. Los estados democráticos hacen cantos de transparencia, de coherencia, de educación, de verdad pero sólo cuando se trata de verdades que interesan al poder político y económico por lo que no se trata entonces de defender la verdad sin más. Si sacar a la luz la verdad de lo que acontece es un delito que se debe perseguir entonces, de forma evidente, no estamos hablando de democracia y sí de dictadura interesada y falsaria. No se puede imponer el desconocimiento interesado y hacer ver al resto de la humanidad que nada pasa. No se puede faltar a la legalidad y a la justicia y mantenerse inmunes.
¿Por qué se tienen que ocultar las injusticias, los asesinatos, los espionajes, las barbaridades cometidas por las grandes potencias? ¿Son estas atrocidades diferentes a las cometidas por los grandes dictadores? ¿Es lícito que los crímenes y acciones ilegales pasen sin que nadie juzgue esas barbaridades? La respuesta es un NO rotundo y con mayúsculas. El poder de Estados Unidos parece que está por arriba del bien y del mal y eso no se puede permitir. Buscan excusas e imputan determinadas faltas a la moral establecida para hacer detener a personas que pueden hacerle daño con la publicación de la verdad. ¿Es que no es atentar contra la verdad y la legalidad ocultar lo injusto, lo inmoral, lo anti solidario? Lo que es inaudito e inadmisible es actuar con total impunidad y demuestra que muchos medios de comunicación viran la cara cuando se trata del poderoso.
No es moral que esta superpotencia haga y deshaga a su antojo, investigue y haga seguimientos interesados, se pueda inmiscuir en los asuntos que no le atañen y actúe con total impunidad, utilizando los más variados métodos, más allá de su territorio natural, esgrimiendo que defiende los valores democráticos cuando no es capaz de aceptar la crítica y la puesta en escena de sus propios errores. La democracia es una forma de gobierno en el que debe reinar la transparencia y esa premisa parece que no entra dentro de los intereses de determinados falsos demócratas.
Es una demencialidad y todos los hombres y mujeres que hagan de la libertad su bandera se tienen que manifestar en contra de este abuso de poder desmedido y amparado por la fuerza que da el poder económico, la técnica de última generación, el espionaje y un sin número de acciones que atentan contra la libertad de los otros. Es querer imponer, como hizo la Iglesia antaño, sus reglas y métodos que no se discuten sino, simplemente, se acatan sin más.
¿Cómo se puede considerar enemigo público a una persona que saca a la luz la verdad? Ésta debe ser patrimonio de todos y todas y no estar oculta en dónde nadie la pueda criticar y analizar. ¿Cuántas atrocidades estarán escondidas en esos bien guardados secretos de estado? Si existen los poderes de estado es porque los ciudadanos se los han concedido y cuanto hagan que no esté acorde con la justicia y las buenas maneras debe ser conocido por la totalidad de la ciudadanía. La transparencia debe ser una obligación de los que ostentan, de forma temporal, el poder que les otorgan los ciudadanos.
Tenemos derecho a la libre información y no se puede actuar, en lo que se vende como ejemplo de democracia y de defensa de los valores fundamentales, como actuaban lo inquisidores del pasado en contra de las diferencias y las otras culturas.
Las presiones y la detención de Julian Assange, el alma máter de Wikileaks, deben hacer que caigan en la cuenta la mayoría de los mortales que eran ajenos a este tipo de hechos, muy bien guardados e inconfesables hasta ahora, puestos en práctica por el gigante y prepotente Estados Unidos que, como dicen, quiere hacer callar al mensajero para que el mensaje se diluya entre la basura que se quiere tapar. La detención de este ciudadano australiano nos la han querido vender como si de un terrorista se tratara cuando simplemente se trata de un hombre que ha sacado simplemente la verdad de ciertos hechos y acciones que duelen a los poderosos. ¡Qué fea y aborrecible es la mentira y la falsedad! como diría Francisco Jarque en aquella frase que nos dejó para la posteridad, aunque él le llamara, de forma incorrecta, mentira a todo lo que no estuviera acorde a la fe y creencia que defendía.
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