Cada vez que escribes el primer reto es el tema que vas a abordar y en esta ocasión me ayudó la extraordinaria película Precious en la que destacaba el inolvidable papel de las protagonistas. Poco o nada tiene que ver con ella pero quería escribir sobre la soledad de los seres humanos y en el artículo que hoy llega a ustedes he querido reflexionar sobre el papel de una madre que es la antítesis de lo que hace aquella otra madre de la película.
Una casa, una mujer y su silencio. "Me encuentro muy sola, tremendamente sola". Manifiesta con la tristeza asomando a la comisura de sus labios y al balcón, colmado de flores, de sus ojos. Los pétalos caen por su rostro, aún juvenil, empapados en el salitre del siempre presente recuerdo indeseado. Curiosamente sus hijos están en casa pero como si nada necesitaran compartir con la soledad de su madre. Los ordenadores y las mascotas hacen de fieles acompañantes mientras que los que le dan la mano, a diario, a la entristecida mamá son los calderos, la limpieza y poner orden al desorden de aquellos, que muy tranquilos, juegan a ser embajadores de la amistad y la compañía a través de la magia de la comunicación sin presencia física. Se va al salón y se sienta acompañada de sus almohadones y de sus deseos e imaginaciones. Anhela poder acudir a clases de baile. Le apasiona el baile. No puede porque primero está su deber de madre como es el que la comida no falte en casa o, con muchas dificultades, otros pagos, hipoteca incluída, que afronta mensualmente con su corto sueldo, sin dejar de atender algún capricho de sus hijos y sin la ayuda que le debiera pasar su ex marido.
Hace años su pareja le maltrató durante mucho tiempo pero de su boca nada salió. Su familia creía que todo marchaba pero sólo se trataba de un supuesto, equivocado y marcado por la violencia, fundamentalmente psicológica, que ha dejado sus secuelas a modo de cicatrices imperecederas que se asoman en su sonrisa y en sus lindos ojos, antes brillantes y ahora cubiertos de un fino velo que intenta enmascarar tanto atropello y tanta incomprensión.
Sus hijos, todos estudiando y superados, al menos mitigados por el paso del tiempo, sus múltiples problemas derivados de las tropelías de su padre, están consiguiendo, de nuevo, buenos resultados académicos. Son esos, por los que tanto ha luchado, los que se han ido dando cuenta que mamá era una víctima y, poco a poco, han sido conscientes de su desgracia pero se olvidan, sin ser muy conscientes de ello, de la necesidad de apoyo y de tender la mano a mamá al menos por tan sólo unos momentos cada día. Al comienzo, por imposición de su padre y pienso que también por miedo, se vieron arrastrados a defender las tesis de su progenitor pero por ellos mismos han llegado a la conclusión de quién era el ogro maltratador y el que esgrimía manipulaciones, acusadoras y ensañadoras, esgrimidoras de falsedades y de interesados planteamientos que sólo pretendían el rechazo a la madre y el amor forzado para evitar el flirteo indeseado de la fiel soledad.
Aquella triste y estremecedora experiencia ha hecho que la mamá, sin quererlo, abrace, cada vez menos, el sello de culpabilidad de las personas maltratadas. El apoyo de sus padres ha hecho que vaya superando muchos traumas, a pesar de que la huella siga ahí. El paso del tiempo ha hecho que, para su desgracia, otro hombre se cruce en su camino y, sin bien pensarlo, se ha visto inmersa en otra aventura si no marcada por la violencia física sí por la psicológica que supone el rechazo y los celos a sus hijos por parte de su nueva e inmadura, a pesar de que ha pasado ya el ecuador de su vida, pareja. Después de mucho aguantar, de perdones y de un repetido no vuelvo más, ha tomado la decisión, espero que definitiva, de cortar por lo sano y dar por finalizada esta nueva y negativa experiencia, aunque no es la primera vez que lo intenta. "La verdad es que él no es malo pero me conoció siendo madre y sabiendo mi amor por mis hijos. Le ciegan los celos y eso es lo que no puedo permitir". En esta manifestación se ve que aquel sentimiento de culpabilidad de los maltratados sigue haciendo una gran mella.
Las estrategias que sigue este último maltratador, enano mental, son, entre otras, no pasarle ayuda económica o invitándola a comer a ella y no a sus hijos. Y de pronto, de nuevo, la soledad. Esa a la que se hacía alusión al principio de este escrito. Al ser preguntada siempre nos encontramos con esa respuesta que no queremos escuchar. "Me siento muy sola". Viene al recuerdo una carrera a la desesperada y sudorosa, junto a la mano de su pequeña niña, y la llegada salvadora junto a la gente que le quiere, en su huída del animal que blandía el vociferío y el puño dispuesto a acallar cualquier planteamiento. Ha sufrido, por presencia y por teléfono el machacador acoso y por ello le parece ridícula e irreal la orden del utópico alejamiento. Eran otros tiempos y ahora aquellos tiernos retoños son hombres y adolescentes que manifiestan su apoyo y su amor pero no se paran a pensar en la importancia de combatir soledades y tristezas, haciéndose mucho más presentes.
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