Más de 1200 millones de personas padecen las consecuencias del hambre en el mundo. Más de 200 millones son niños que están amenazados por esta injusta y superable, si se quisiera poner mano en ello, lacra. También es espeluznante y significativo que 7 de cada 10 personas que mueren en el mundo de hambre sean mujeres.
Hace muchos años que leí, por primera vez, la novela del laureado y después criticado escritor noruego Knut Hamsun no sin dejar de vencer mi empecinamiento de no leerle por sus tesis a favor del nazismo pero, a pesar de todo ello, es mi intención volver a leerla porque, de forma indudable, nos encontramos ante un genio de la literatura no solo de Noruega sino a nivel mundial.
El escuchar las cifras relacionadas con el hambre en el mundo me hizo recordar aquella novela, del Premio Nobel de Literatura del año 1920, que forma parte de mi biblioteca y que recomiendo a todas y a todos a pesar de que, como ya he mencionado, es un autor maldito por su relación con el régimen nazi y con Adolf Hitler. Yo no entiendo aquella defensa a ultranza y aquel sometimiento a un régimen bestial pero me pregunto y no encuentro respuestas a cómo un hombre de los valores de Knut Hamsun, que se reflejan claramente en su obra, pudo escribir aquella historia de Hambre y de aquel humano que se había olvidado de la felicidad y que era capaz de empeñar su chaleco para saciar el hambre de un semejante, de un anciano minusválido que se encontró en la calle, y con posterioridad abrazar el fenómeno nazi y aplaudir a su insensible líder. Muchos seres humanos son los que aplauden o son consentidores de este tipo de personajes, en aquel entonces y ahora, que violan los derechos humanos y dan la espalda a los semejantes que lo necesitan.
El protagonista de Hambre olvidó que su preciado lápiz se encontraba en aquel chaleco empeñado para dar respuesta al hambre y ya que era escritor y escribir algún artículo para un periódico, muy de vez en cuando, era su sustento, perder aquel lápiz, aunque fuera de forma momentánea, le supuso algún que otro problema. Nos narra no sólo el hambre sino la desesperación y el frío que tiene que soportar el ser humano de forma magistral. Después de su lectura, muy seguramente, se preguntarán como un autor de esas cualidades pudo abrazar y defender el credo de un régimen tan sanguinario pero así de imperfectos y raros somos los seres humanos y si no que selo pregunten a los responsables de la insensible banca o a los políticos que simplemente ven el interés material y político y no tienen en cuenta el precio que se paga por mantener esa supremacía deshumanizada.
Si el protagonista de Hambre pudo dar respuesta a aquel hambriento minusválido vendiendo su humilde chaleco me pregunto, desde mi ignorancia, ¿cómo es posible que los países ricos y poderosos del mundo no puedan dar respuesta hoy en día a ese hambre que hace que niños y niñas, mujeres y hombres sufran y lloren la desesperación de no poder hacer llegar nada a sus bocas? La respuesta es bien sencilla. Hay otras prioridades que la necesidad de los pobres y necesitados OTROS. Las garras del poder económico y político no entienden de sentimientos ni valores y sí de presencia y ganancia desmesurada.
¿Cómo les explico a mis alumnas y alumnos que habiendo respuestas a tal situación los niños de las grandes barriguitas se siguen muriendo de hambre y de sed? ¿Se puede considerar también exterminio el dejar morir por esas carencias a poblaciones enteras teniendo soluciones para ello? ¿Son partícipes las personas que apoyan o aplauden a los personajes que tienen el inmenso poder de dar respuestas a estas injustas situaciones?
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