Alzheimer

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Me puse a reflexionar sobre lo que puede suceder en nuestra mente cuando uno se desconecta de la realidad, no es capaz de recordar, de expresar con coherencia, se aísla o se hace casi invisible y la respuesta, en mi caso, fue la desesperanza y la impotencia. Quise indagar sobre el cómo se puede llegar a esa terrible enfermedad que se denomina de Alzheimer (EA) y la respuesta es, de momento, desconocida. Lo angustioso es que no existe un medicamento preventivo que lo impida. Se recomienda el ejercicio y la actividad mental para intentar que no se presente en nuestras vidas pero no es una certeza que esas actividades hagan el efecto deseado.

Hace unos días, de forma curiosa, un amigo me comunicaba la muerte de su abuelo y la terrible enfermedad de su abuela. Decía que mejor fue así porque su abuelo, que estuvo al pie de su empresa hasta el último momento,  no hubiera soportado la muerte de su compañera y en este caso su abuela no se enteró de lo sucedido.

-         Hola. ¿Cómo estás?

-         Uno, dos, tres, cuatro...

-         ¡Dame un besito!

-         Uno, dos, tres, cuatro....

-         ¡Abuela, dime algo!.

-         Uno, dos, tres, cuatro...

 Siempre la misma no respuesta, sin luz, sin esperanza...así de triste es la enfermedad de Alzheimer, no te enteras de nada de lo que acontece a tu alrededor, no sientes el cariño, las atenciones de las personas que te cuidan y te aman de verdad. Las neuronas van muriendo y tu cerebro se va oscureciendo, perdiendo, poco a poco, su función. Se trata de un mal incurable y terminal y suele hacerse presente, en mayor medida, en personas que sobrepasan los 65 años. Esta agonía se puede alargar durante diez años pero el tiempo del proceso depende mucho del grado de la enfermedad.

Fue el día 15 de noviembre cuando reflexioné, en silencio y ante el teclado, sobre la posibilidad de que esta asesina, sin invitarla, se pueda encaprichar y hacernos una inoportuna visita, presentándose como una intrusa que nos arrastrará al vacío y ahora, cuando soy dueño de mis actos, pienso que no querría sufrir ese sin vivir y además tampoco creo que valga la pena intentar encontrar la salida en un túnel oscuro del que no hay ninguna posibilidad de salir.

Me gustaría, viéndolo desde la perspectiva actual, poder decidir, si eso sucediera, un ocaso digno y no un irme apagando, poco a poco, sin ninguna esperanza de ver de nuevo la luz. Quiero llegar al último puerto consciente y no como una maleta que no encuentra destinatario y que da vueltas y vueltas en la cinta del último viaje. Aquel día, entre otras cosas, surgió la poesía que acompaña este trabajo.

Sé que es imposible ponernos en el lugar de una de esas personas que se ven abocadas a dar la mano a Alzheimer pero por ese don que se nos ha otorgado que se denomina el poder de visualizar me he atrevido, sin que posiblemente se pueda acercar, siquiera, a cualquier situación similar, y sólo a través de la empatía pretender buscar respuestas dónde, de momento, no se tiene ningún libro abierto. Alguien se coló entre los entresijos de mi fuero más interno, quizá aquel temeroso niño de antaño, y me susurró que es posible que como los seres humanos, en una inmensa mayoría, no aceptamos el adiós definitivo, a algunos se les dé la posibilidad de ampliar su permanencia entre nosotros a pesar de que, en cierta manera, es un adiós agónico del que apenas puedes gozar y sí sufrir, sobre todo, los que te ven apagarte muy poco a poco y sin esperanza de no volver a encontrarte.

 

Los dedos se le derretían

sobre el teclado en el que se desnudaba.

Se hacía dolorosamente inevitable

soportar el vacío al que se precipitaba

y de repente surgió el silencio.

Ahora será un imposible plasmar

los deseos y sentimientos

guardados, en lo más profundo.

Se quedaron, secuestrados,

entre las arrugas del tiempo.

Por momentos llegó aquel olvido

y se hizo la oscuridad.

La luz surgió, de nuevo, por sólo un instante,

y lloró al ver su imposibilidad

de mostrar todos los campos floridos.

Las lágrimas se hicieron verdad

y una vez más la pérdida incontrolada

de la deriva del continente

y se fue a sus orígenes,

perdiéndose en aquel desierto

de arenas movedizas

que le invitaban a sumergirse

para nunca más volver.

 

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This page contains a single entry by Juan Francisco Santana Domínguez published on November 28, 2010 9:58 PM.

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